jueves, 21 de octubre de 2010

EFECTO POPEYE

10 de Octubre del 2010

EL EFECTO POPEYE
Octavio Ballesteros

La cantante y actriz Tina Turner se presume durante años sufrió malos tratos, tanto físicos como emocionales, de parte de su marido y coestrella Ike Turner. Había sido una persona sin la capacidad de afirmar su propia personalidad, y de liberarse de una relación tóxica para ella. Sin embargo, una noche, precisamente después de una paliza proporcionada por su cónyuge, y poco antes de un show programado, Tina toma la determinación, y con menos de 10 dólares en la bolsa, huye de su marido, y durante meses, con el apoyo de familiares y amistades, logra sobrevivir.

Una vez libre, construye una nueva carrera por completo, y mientras la de su marido se iba a pique, se reinventó como una nueva figura del rhythm and blues. Su autobiografía “Yo, Tina” fue un éxito editorial e incluso llevada al cine. En cierto sentido, la historia de Tina puso en la opinión pública el tema del maltrato a las mujeres.

Cabe preguntarse, en el caso de Tina y de otras mujeres y personas que pasan por situaciones similares, ¿por qué no se habían ido antes? ¿Qué fue lo que la hizo cambiar? ¿Por qué en un momento dado, toma la decisión de algo que había sido incapaz hasta entonces? ¿Qué suceso mental le permite cruzar un puente que antes no lo había podido hacer?

Nos da la impresión de que lo sucedido a Tina, le ocurre no nada más a las mujeres maltratadas, sino a todo mundo. ¿Quién no tiene una situación que no le gustaría continuar, y sin embargo se mantiene en ella?, y cuando por fin nos animamos a cortar aquello, ¿qué es lo que hemos cambiado?, ¿qué es lo que ha pasado en nuestro interior? Karl Albrecht, acreditado consultor de negocios y escritor, a este momento interno decisivo le llama el efecto Popeye, basado en la historieta clásica de este personaje, donde todo mundo abusa de él, pero llega un momento que se harta, se toma su lata de espinacas, le crecen los brazos, y empieza a repartir golpes a todos sus agresores.

Afirma Albrecht, que lo más curioso del caso es que podemos dar todas las explicaciones del porqué ocurrió el efecto Popeye en nuestra vida, hasta después de que lo hemos vivido, no antes. De repente te encuentras una persona que tiene 30 años fumando, y un buen día corta con el vicio de tajo, y no vuelve a poner un cigarrillo en sus labios, o el otro que ingresando o sin ingresar en AA, corta la bebida; o aquel otro que con firmeza y determinación baja el sobrepeso que ha mantenido toda su vida, y en doce meses se convierte en la mitad de lo que era, y sus rodillas felices de la vida.
Albrecht sugiere que se llega al punto Popeye no por una decisión lógica, sino por una decisión visceral, misma que después ya buscamos las razones lógicas para fundamentarla. Y aquí hay un aspecto clave, sobre todos para los que nos interesa realizar un cambio en nuestra propia vida o en la de algún ser querido, como lo puede ser en el caso de los hijos: Tienen que querer cambiar, si no es así, es prácticamente imposible el lograrlo, y eso es precisamente el punto Popeye, pasar del deseo al querer, a la acción. Si usted afirma que le gustaría leer más, y no lo hace, es que en realidad no quiere leer más. Si usted está leyendo esta columna en este momento, es porque ha decidido hacerlo, y no por otra cosa. Hacemos lo que decidimos hacer, y esto en cada momento de la jornada. “Me gustaría tener más dinero”, y sin embargo continúa gastando más de lo que gana, o no ahorra nada, es imposible que así se logre un patrimonio.

Albrecht hace una recomendación muy práctica: Si hay varias situaciones en su vida donde le gustaría que ocurriera el efecto Popeye, póngalas por escrito, y después escoja sólo una, póngale nombre y apellido, y empiece a buscar los beneficios que obtendría y los pasos a ejecutar para poderlo lograr. Con estas acciones, uno ya está invitando al efecto Popeye a que ocurra, ya que le estamos facilitando el camino para que se realice.
Es muy difícil lograr cambios en base a grandes esfuerzos de voluntad y sacrificios prácticamente muy heroicos, sino que es mejor ayudarse uno mismo a descubrir, en varios niveles, los beneficios del cambio, y entonces empezar a querer de verdad esas ventajas, y lograr por ende realizarlo. En resumidas cuentas, hay que buscar las espinacas, y ellas nos darán la energía para lograrlo. ¡Feliz domingo!


Octavio F. Ballesteros N. Socio del Despacho Ballesteros y Asociados, editorialista de EL IMPARCIAL desde 2002.

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